Sobre la Miseria de los Independientes
El independiente es por excelencia el despojado ideológico. Cae una y otra vez en un asqueroso apoliticismo pensando que el solo hecho de no estar configurado en un partido o agrupación es un fin en si mismo, por más que sus planteos sean tan o más inofensivos que los de los cuadros. El independiente desconoce que la reproducción de esta mentalidad es la que hará que todo su potencial sea invertido por el sistema para ser convertido en un esclavo más. Obviamente, más adelante ya inserto en el mercado laboral dirá que la política no le interesa, que él está para otras cosas.
El independiente se contrapone al centralismo organizativo no por coherencia ni por moral, y menos aún -claro está- por la practicidad con que plantea la lucha de clases. Éste demuestra su antipartidismo sólo por una cuestión de simbolismos, sabe que los partidos son malos, y que no lo representan. Pero no logra desentrañar el por qué, y ni siquiera pone en jaque la cuestión de la representación, puesto que su anhelo es ese utópico centro de estudiantes independiente.
El independiente no se imagina más allá de su entorno, la Universidad es su mundo y solo ahí el encuentra ese lavaje de culpas que tanto necesita su vida. A su falta de ideales intenta contraponerle una tibieza en el estructurado horario que dedica a su “militancia”, porque sin ninguna duda, fuera de este horario él es un ciudadano, y no un proletario.
Sólo teniendo una visión global de los hechos podremos considerarnos realmente revolucionarios. Debemos extender las buenas facetas del ser independientes, anulando las perjudiciales. Necesitamos así mismo continuar alejados de los partidos como de toda jerarquía, y comprender finalmente que la Universidad no pertenece a nuestra clase: es sólo una estructura más del sistema dominante, orquestada por él mismo para anularnos, y debe ser destruida como tal.
¡Por la Abolición de la Sociedad de Clases!
¡Por el Comunismo y la Anarquía, siempre!